Para Contar
Arturo Zárate Vite
Monreal, Senado y CDMX
Ricardo Monreal no es personaje omnipresente
porque este atributo de “estar presente a la vez en todas partes solo lo tiene
Dios” (diccionario de la Real Academia Española), pero no hay duda de que su
equipo sigue intacto en el Senado.
Dejó la presidencia de la Junta de Coordinación
Política para competir por la candidatura de Morena, sin desprenderse del
control político de la mayoría parlamentaria.
Se fue con licencia indefinida, por lo que podría
regresar al Senado, si quisiera. Todo está prácticamente como lo dejó. A nadie
corrieron, ni hubo sobresaltos, tampoco pleitos. Todos en santa paz, cada uno
en sus respectivas posiciones, dentro del organigrama.
La licencia la solicitó porque lo estableció su
partido como requisito para competir por la candidatura presidencial, aunque en
términos de ley no era necesario. Además, en los lineamientos que estableció el
Instituto Nacional Electoral (INE) sobre los procesos internos partidistas, no
se fijó como obligación para quienes se desempeñan como legisladores y quieren
participar en la elección presidencial del próximo año.
De cualquier manera, Monreal no tiene planes de
retornar a la actividad senatorial, está en el juego de la candidatura presidencial.
Las posibilidades de conseguirla son mínimas. Tendría que ocurrir un milagro
para remontar en las encuestas a Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.
Su segunda opción es convertirse en candidato a
la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. En 2018 buscó la nominación y
no se la concedieron. Ahora se la han ofrecido, nada más que también hay otros
y otras aspirantes.
Deberá de esmerarse si finalmente decide ir por
la candidatura para el gobierno de la Ciudad de México.
Nadie le niega que es político hábil,
negociador, partidario de los acuerdos y con amplia experiencia. Conserva su
influencia y control en el Senado, de esto no hay duda. Hizo los amarres
correctos. Quienes presiden la mesa directiva del Senado y la Junta de
Coordinación Política son sus aliados. Alejandro Armenta sueña con la
candidatura para Puebla y Eduardo Ramírez Aguilar suspira por el gobierno de
Chiapas.
A Eduardo, como presidente de la junta, se le
avecina tormenta legislativa, por el tema del nombramiento de dos magistrados o
magistradas de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación (TEPJF).
A él le tocará negociar con los demás grupos
para alcanzar la mayoría calificada que se requiere para aprobarlos o
aprobarlas. El voto de las dos terceras partes asistentes a la sesión plenaria.
Por ley corresponde a dicha Sala Superior del
tribunal declarar “presidente electo” a quien resulte ganador o ganadora en
2024 y para hacerlo es indispensable que haya al menos seis magistrados en su
sesión.
El trámite es ineludible para que México tenga
presidente.
La sala la integran siete magistrados. En
octubre próximo concluyen dos su periodo y se va a quedar con cinco. Le faltara
uno para que pueda cumplir con lo que le mandata la ley. Por eso la importancia
de lo que haga el Senado para aprobar los sustitutos, mínimo uno.
A prueba la capacidad negociadora de Eduardo
Ramírez, quien siempre tendría a la mano el consejo de Ricardo Monreal.
@zarateaz1
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