Decirte tanto,
Es decir tan poco.
Te tuve hoy,
En reencuentro de febriles costumbres:
Intenso,
Pleno,
Majestuoso y bello.
Me tuviste,
Como nunca planeaste:
Tendida y bravía.
Jamás podré irme,
Y lo debes saber.
Al paso del tiempo,
Es que tu sabiduría me ha comenzado a
enseñar,
Y entre todos tus místicos mensajes,
Hay uno,
Tal vez el más preciado:
Y es no alejarme de tu andar.
Pensar y más pensar,
¿Qué sería de nosotros,
Si la poderosa métrica,
Y el infinito galopar,
Nos pudieran dejar de mirar?
Ni muriendo...
Te necesito dentro y fuera de mí.
Me necesitas en tu cordillera,
Y en la bruma que dejas al morir.
Eres eternidad y suspenso,
La paridad extensa de lo divino,
Y la maldad.
Eres mío...
Y bien lo sabes,
Pues renaces al tocarme,
Con ardiente suavidad.
Cada estrechez de intimidad,
Cada gota de sal bien empleada,
Y todas las Lunas en éxtasis,
Que dejamos atrás...
No hay escape,
Eres mío.
Porque le debes setenta perlas a mi
cintura,
Ocho noches claras a mi pecho,
Y veintitrés recorridos por la
hondura,
De esta profundidad.
Sábelo:
Jamás te perderás...
Decir te amo,
Es decir tan poco...
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