Los últimos días de Judas Iscariote… una

retrospectiva sobre la culpa

Por Glen Rodrigo Magaña / HOMO ESPACIOS

En la década de 1970, en Egipto, fue hallado un códice de papiro escrito en copto, lengua antigua egipcia del siglo II d. C., que permaneció oculto más de mil setecientos años. Conocido como el Evangelio de Judas Iscariote y bautizado como Códice Tchacos, el manuscrito atravesó un largo recorrido entre anticuarios y traficantes hasta ser restaurado y presentado al mundo en 2006 por la National Geographic Society. Estudios científicos confirmaron su autenticidad, fechándolo como una copia del siglo III o IV de un texto original redactado hacia el siglo II d. C.

A diferencia de los evangelios canónicos, este relato gnóstico muestra a Judas no como el traidor condenado por la tradición, sino como el discípulo más cercano a Jesús, a quien entrega por petición del propio Cristo para cumplir con el plan divino.

El Evangelio de Judas replantea la figura del apóstol, pero la pregunta sobre la traición, la culpa y la redención sigue vigente. Esto convierte a la obra The Last Days of Judas Iscariot, del dramaturgo multipremiado Stephen Adly Guirgis, estrenada en 2005 en el Public Theater de Nueva York bajo la dirección de Philip Seymour Hoffman, en una reflexión más existencial que bíblica.

¿Hasta qué punto traicionamos nuestras propias creencias o ideales? ¿Cuántas monedas por nuestra identidad o valores? ¿En qué momento cambiamos el ser por la nulidad? Y el remordimiento que nos consume, al distanciarnos tanto, ¿nos impide reconocernos?

La culpa es un tóxico interno de larga duración y el miedo, un gigante del alma. Su mezcla nos conduce a las puertas del purgatorio de Dante, un lugar sin Dios ni infiernos, la condena de una locura que no encuentra redención: el extremo del “yo” quebrantado, donde surge un ser sumergido en el laberinto de su propia esquizofrenia.

El verdadero juicio no es divino; es íntimo. Una frase de la obra ilustra esto:

“– ¿Me ves?
– Sí —responde Judas—
– ¿Lo ves a él? —señalando a la maldad—
– Sí, maestro —responde el condenado—
– Si lo ves, es porque solo quieres ver esta mentira. Porque él no existe, no es real, es algo falso, porque él es una mentira.”

¿Cuántas veces permanecemos en la mentira de la culpa bajo el dominio del miedo, incluso al ser absueltos? La redención habita en lo intrínseco y en el cambio genuino. En resumen, la reflexión que brinda Los últimos días de Judas Iscariote no es sobre la traición, sino sobre el perdón y el más complejo de todos: el perdón a uno mismo. Al final, ni Freud, ni la Madre Teresa de Calcuta, ni toda la corte celestial pueden librarnos de nuestras propias cadenas patológicas o espirituales.

La obra se presenta hasta el 14 de septiembre en el Teatro Helénico, los viernes a las 20:00 horas, los sábados a las 19:00 horas y los domingos a las 18:00 horas.

 


Comentarios

Entradas populares de este blog