¿Tiene algo de bueno el Plan B?
Para Contar
Por Arturo
Zárate Vite
En el Plan B de la reforma electoral no puede estar todo mal, algo bueno debe tener y por ello la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se va a tomar su tiempo para revisarlo a fondo, para decidir si lo anula todo o solo partes que sean contrarias a la Constitución.
Los
que se oponen a dicho plan aprobado por el poder legislativo, lo ven como
riesgo para la democracia mexicana, para la organización de las elecciones de
2024. No quieren saber nada del texto. Por lo pronto celebran que el ministro Javier
Laynez Potisek haya suspendido su aplicación.
Oposición
e inconformes del Instituto Nacional Electoral (INE) no han dudado en presentar
controversias constitucionales ante el máximo tribunal de nuestro país. Esperan que el máximo tribunal deseche el
documento.
En contraste, los que elaboraron la reforma y que niegan que pretendan acabar con el instituto electoral, argumentan que buscan perfeccionar la actuación del citado organismo y evitar desperdicios presupuestales. Están convencidos de que se gasta demasiado dinero, de que hay derroches y que son inmorales las percepciones de los consejeros.
Son
posiciones radicales, declaraciones encontradas, valoraciones válidas y
exageraciones.
No
tiene lógica, ningún sentido que el actual grupo en el poder aspire a terminar
con el organismo electoral.
¿Para
qué? ¿Para asegurar el triunfo en 2024? ¿Para burlar la voluntad popular? ¿Para
hacer trampa?
Hay
que recordar la forma en que ganó las elecciones presidenciales de 2018, arrasó
compitiendo con las actuales reglas. Obtuvo la presidencia de la República sin
el menor asomo de duda y alcanzó la mayoría necesaria en el poder legislativo
para realizar reformas constitucionales.
Tampoco olvidar que el actual grupo en el poder no se ha dejado de quejar de lo sucedido en el proceso electoral de 2006, donde la diferencia entre el primero y segundo lugar fue menor a un punto. Siempre ha creído que hubo fraude, que le ganaron a la mala.
Al final, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación confirmó el triunfo del candidato oficial, sin dejar de subrayar el
riesgo que significó para la equidad de la competencia la intromisión del
entonces presidente Vicente Fox. Así está en el expediente.
Entonces,
¿por qué ahora el mismo grupo impulsaría una reforma que pudiera poner en duda
el resultado de 2024 si es de lo que más se quejó en 2006, al grado de cerrar
por varios meses la avenida Paseo de la Reforma, en perjuicio de los habitantes
de la Ciudad de México?
Seguro que la reforma no es perfecta y pareciera desechar lo avanzado, lo que está probado que funciona. Por ejemplo, la estructura de las vocalías ejecutivas, integradas por cinco personas.
Lo que hacen cinco personas en la actualidad,
sería excesivo que en lo sucesivo lo haga una. Otro caso es la composición de
los comités distritales, pasarlos de seis a cuatro consejeros.
En
contraste, uno de los puntos a favor es que los votos empezarían a ser contados
por los consejos distritales el mismo día de los comicios, ya no tendrían que
esperarse hasta el miércoles. Lo que no se termina de entender y suena a
duplicidad es que al mismo tiempo operaría el programa de resultados
preliminares.
Cada
quien ve lo que le conviene, voces en contra y a favor. Ni todo es negro ni
todo es blanco en la vida y en la política.
Si
la Suprema Corte de Justicia de la Nación le dieran toda la razón a los que se
oponen al plan B, en 2024 se volvería a competir con las reglas aplicadas en
2018, cuando Andrés Manuel López Obrador al frente de la llamada izquierda alcanzó
30 millones de votos.
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