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miércoles, 30 de noviembre de 2022

 



MARCHA DEL RENCOR ¿PERO QUÉ NECESIDAD?

FABRICANTE D'NOTICIAS

POR RODOLFO GONZÁLEZ SARRELANGUE

El 27 de noviembre quedará registrado como el Día del Presidente y su marcha del Rencor, pero a qué precio se obtuvo algo ya sabido, como es la preferencia de sus adeptos, aunado a ello la cooptación de gente del pueblo bueno, con la política de la torta, el Frutsi, transporte, hospedaje y estímulo económico de 300 a 600 pesos por marchante y marchista.

De acuerdo al colega Darío Celis, las camisetas, las pancartas “improvisadas”, gorras, banderines, renta de autobuses, hospedaje, alimentación, incentivo económico, etc., tuvo un costo estimado de mil 500 millones de pesos.

Testigo de la concentración y luego de haber platicado con algunos de los devotos del inquilino de Palacio me pude dar cuenta de los sitios donde se distribuían tortas, donde se hacían pagos en efectivo, incluso hubo algunos que no sabían a qué venían, pues solo los invitaron, tampoco les dieron sus 300 pesos y, mucho menos, los hospedaron.

Es imposible como asistente saber cuántos eran los autobuses, peseras o camionetas, pero a lo largo de calles de las colonias Roma, Condesa, Juárez, Cuauhtémoc, Calzada de Tlalpan, etc., la estimación era de mil 700 unidades. Por lo que a mi respecta, me constan unos cientos de vehículos.

Independientemente del costo del acarreo, justo es reconocer que hubo muchos asistentes que no iban uniformados, ni llevaban las pancartas oficiales y fueron por su voluntad. Sin embargo, pese a que la Jefa de Gobierno pidió pruebas de que se le pagó a la gente o se le presionó con sanciones laborales o retiro de beneficios sociales, basta ver en las redes los documentos donde se exigía a la gente acudir y llevar cuatro o cinco personas más, so pena de que no se renovara un contrato laboral, se dejará de pagar pensiones para adultos o becas.

Algo que sí fue preocupante es la desorganización y el pésimo apoyo logístico que puso en riesgo al Presidente, pues en ese tumulto alguien pudo hacerle daño, incluso matarlo. Una muestra de ello fue el escupitajo que recibió Marcelo Ebrard por parte de un manifestante que fue empujado por su equipo de seguridad. Si eso hubiera sido una bala, hoy estaríamos buscando quien sustituyera al canciller.

Aunado a eso, es bien sabido el estado de salud del inquilino de Palacio, a quien traían sus adeptos como balón de playa, de un lado a otro. En algunos momentos se le observó cansado, sudoroso y el Sol hacía su labor en este personaje de 69 años, hipertenso, paciente cardiaco, con problemas de columna pero que, incentivado por el baño de pueblo, soportó estoicamente los casi 5 kilómetros del Ángel de la Independencia al Zócalo capitalino.

Sin embargo, como decía el Divo de Juárez, ¡pero qué necesidad! Por salud debió evitarlo, pero por respeto a la investidura presidencial más y a su equipo de seguridad pudo haberle hecho caso y no exponerse innecesariamente.

Si el escupitajo que le tocó a Marcelo Ebrard, imaginado como balazo, le hubiera correspondido al Rey del Zócalo, hoy nuestro país enfrentaría una inestabilidad y crisis sin precedente.

Es cierto que el pueblo bueno lo cuida, independientemente de la seguridad militar disfrazada que lo acompañó, pero hay muchos de los que él llama clasistas, racistas, neoliberales, fifís, mafia del poder, intelectuales orgánicos y otros adjetivos que podrían cambiar su vida por la de él, con el daño implícito a la institución presidencial.

Para bien o mal, al inquilino de Palacio le quedan de su sexenio 670 días, salvo circunstancias externas o la decisión del Creador, como él dice. Tiempo más que suficiente para continuar haciendo lo que sabe hacer como nadie: estar en campaña y ser el mejor candidato de oposición, aunque no se pueda decir lo mismo de su ejercicio presidencial.

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