La
honestidad no es moda, sino respeto a uno mismo
Por
Rodolfo González Sarrelangue
Especial
para Grupo Páginas Poderosas
Ser honesto no te traerá
muchos amigos,
pero siempre te traerá
los correctos.
Sir John Lennon
Los valores no son moda ni están en la
obsolescencia. Quizás los hemos postergado por un afán de éxito momentáneo o de
relajamiento. De hecho, la sentencia de John Lennon es muy cierta y nos lleva a
ser selectivo con nuestras amistades.
Un valor fundamental es la honestidad,
característica inherente a los seres humanos, la cual está emparentada con los
principios de verdad, justicia, congruencia y con la integridad moral.
Tiene mucho que ver con el respeto hacia los demás.
Su contrario, la deshonestidad está ligado a la hipocresía, la corrupción, el
delito y la falta de ética.
Recuerdo un refrán en el cual un padre advierte a su
hijo que se fije por dónde camina y, para su sorpresa el niño lo reconviene y
le recuerda que quien debe tener cuidado es él, pues el niño sigue sus pasos.
En efecto, la honestidad como cualquier otro valor
se inculca desde la cuna. Como padres debemos enseñarle a nuestros hijos que
decir y hacer están en sintonía.
La honestidad, como valor, también es subjetiva,
pues depende del contexto y de las personas involucradas. Un ejemplo de esa
dualidad es la piratería, hecho condenable pues afecta los derechos de autor y
de personas; sin embargo, para un grupo numeroso de individuos es
"justificable" ante los abusos en los costos de libros, discos,
películas, programas informáticos u otros bienes.
La honestidad de los niños es reflejo de la
enseñanza que le damos los padres: no mentir, no robar, no engañar, no tirar
basura, no hacer trampa.
Recuerdo la anécdota de uno de mis hijos quien me
pilló al tirar la envoltura de un dulce al piso.
- ¡eh,eh,eh!, exclamó, al tiempo que con índice de
fuego me señaló el piso y la envoltura.
Mi primera reacción fue de vergüenza, pero casi de
inmediato me percaté que la semilla sembrada de no tirar basura en la calle
había dado frutos. Ahora él ejemplifica a su hijo y, en su momento, habrá una
cadena muy fuerte y sólida para coadyuvar con nuestro medio ambiente.
Lo contrario, hasta en son de broma, es decirle a
los hijos:
-Usted haga lo que yo le digo, no lo que me vea
hacer. Además de crear confusión en el niño, no le queda claro, cuándo actuar
correctamente y cuándo no.
En última instancia, inculcar en los niños y jóvenes
la honestidad representará enseñarles respeto a sí mismos y a los demás.
En sentido metafísico, vivir con honestidad es vivir
en la luz. Nada más ilustrativo que la palabra Namasté: en términos simples,
este vocablo sánscrito, significa: La divinidad dentro de mi percibe y adora la
divinidad dentro de ti.
Una definición más completa es: Mi alma honra tu
alma. Honro ese lugar en ti, donde el Universo entero reside.
Honro la luz, el amor, la verdad, belleza y paz
dentro de ti, pues también está dentro de mi.
Al compartir esto, estamos unidos, somos lo mismo,
somos uno.
La honestidad es la virtud que se podría definir en
decir verdad, ser decente, recatado, razonable y justo. Desde el punto de vista
filosófico es una cualidad humana que consiste en actuar de acuerdo como se
piensa y se siente (coherencia)
Ejemplos de señales cruzadas hay muchos. Recuerdo
uno, cuando suena el teléfono y la mamá o yo le decimos al niño que diga que no
estamos. Aunque él obedezca, habrá confusión y se preguntará por qué tiene que
mentir. Thomas Jefferson definía muy bien este valor: La honestidad es el
primer capítulo en el libro de la sabiduría.
Para ilustrar lo antiguo de la existencia de los
valores, en particular la honestidad, sirvan de ejemplo frases de personajes
célebres que, en su momento, plasmaron la importancia de ello: Ningún legado es
tan auténtico como la honestidad. William Shakespeare.
Sin que parezca que Sócrates era un visionario o que
adivinaba la esencia de sus congéneres, destaca esta sentencia que podría
aplicarse en cualquier época: Yo era un hombre demasiado honesto como para ser
un político y vivir.
Sin perder de vista la íntima relación existente
entre honestidad y congruencia y para rematar esta colaboración, podemos
mencionar una frase sabia de Benjamín Franklin: Bien hecho es mejor que bien
dicho.
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